viernes, 18 de febrero de 2011

Hoy llueve.

Yo soy de los que adora mojarse.
Soy de los que cuando llueve no tiene miedo a que las gotas golpeen mi cuerpo.
Tampoco me da vergüenza ir sin paraguas.
No me asusta no ver a más de tres metros desde donde estoy.
Porque me gusta esa sensación de no tener ni puta idea de dónde estoy y qué pasa a mi alrededor.
Dudar me hace sentir vivo.
Estar mojado me hace sentir vivo. Me despierta, me espabila, me da alas.
Esa dulce sensación de andar a contra viento, con el agua en tus mejillas, con la música a todo volumen y sentirse libre.
Ese sentimiento de inmortalidad, de que nada ni nadie puede herirme ni hacerme daño, de que dominas el tiempo y el espacio a tu gusto, de que eres tú quien decide el camino a seguir.
Andar sin destino, sólo donde el viento me lleve y estar orgulloso de que cada paso que doy es el paso que quiero dar.
Porque los obstáculos los pongo solo yo.
Porque da igual cuanto tenga que andar, si quiero llego.
Y porque por mucho que llueva, jamás de los jamases dejaré de sonreír.