domingo, 25 de enero de 2015

Reconstrucción II. Los presentimientos y resentimientos.

Tras varias noches de insomnio he llegado a la obvia conclusión de que nacemos siendo una masa latente de dudas, deseos y preocupaciones. Todo empieza cuando somos pequeños, nos encargamos de desarrollarlo a medida que crecemos y terminamos viviendo encerrados en una irremediable necesidad de llenar siempre unos vacíos que nos creamos nosotros mismos. Nos empeñamos en vivir en una búsqueda sin cuartel para aspirar a todo lo aspirable, nos emocionamos cuando nos imaginamos a nosotros mismos tocando lo intocable y nos damos de bruces cuando las dificultades nos ahogan y no nos dejan llegar a nuestro destino.

El problema en cuestión es ese, que por momentos nos olvidamos que somos inmortalmente frágiles y no plegamos las alas a tiempo. Nos acostumbramos a tropezarnos en la misma piedra, nos olvidamos del precio de volar y acabamos hipotecándonos a cualquier abismo sin red que se presente.
Desconozco los motivos. Me agrada pensar que somos unos adictos a la adrenalina y unos psicópatas del peligro, pero no, en realidad somos gilipollas, por lo menos yo.

Nos gusta tanto sentirnos vivos, que a veces nos olvidamos de los peligros y de lo vulnerables que podemos llegar a ser, y creo hacemos bien, porque aunque duela, nunca viene mal un poco de guerra entre tanta paz, algo que nos recuerde que no todo es un corazón latiendo, pero ojo, que sea sólo en pequeñas dosis.
Todo cambia cuando nos vemos superados, y entonces preferimos auto engañarnos, "caerse es bueno", "el dolor nos hace más fuertes", pero nos equivocamos. Nos hemos acostumbrado a excusar al dolor, y no deberíamos, es algo natural. Cuando el dolor llega dejamos que el viento sople hacia donde queremos, nos dejamos llevar y hacemos una montaña de hojas secas que envuelven entre excusas la verdad, porque en realidad no queremos darnos cuenta que tanta agitación oculta nuestro mayor error, que es querer sin miedo a las consecuencias.

Es entonces cuando aprendemos a generalizar para bien y para mal, o todo el mundo es bueno o todo el mundo es malo, nos cuesta encontrar un término medio, y nos preocupamos más por las apariencias, por lo que queremos ver y creer en lugar de lo que en verdad es. 
Somos ciegos de nuestros presentimientos, dejamos que nos venden los ojos los resentimientos, las dudas y los miedos, vivimos dando explicaciones por nuestras acciones, nos dejamos coaccionar, cortar las alas y encerrar en jaulas de sin sentido. Pasamos a ser sólo unos observadores de nuestro a día a día, peones, marionetas sin alma. Pero qué esperamos, es el precio que debemos pagar a veces por soñar.
 
A pesar de todo soy egoísta conmigo mismo, un soñador nato, un Ted Mosby, un Peter Pan, y no voy a permitir que me hagan dejar de creer o que me prohiban soñar, ya no. No pienso caer en ningún círculo de resentimientos, en ningún juego sucio que tenga que tener un sólo ganador. Que cada uno cargue con sus miedos, que de mis sueños me encargo yo.
 



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